domingo, 30 de mayo de 2010

El futur del llibre

Aquí us deixo un article sobre el nou llibre d'Eco i Carrière publicat aquesta setmana al suplement literari Bellver del Diario de Mallorca:

La ignorancia nos protege

ESPECIAL FIRA DEL LLIBRE / EL FUTURO DEL LIBRO
La reflexión dialogada de Eco y Carrière sobre el volumen y sus circunstancias integra el ensayo ‘Nadie acabará con los libros’

“EL LIBRO ES COMO LA RUEDA. UNA VEZ INVENTADO, NO SE PUEDE HACER NADA MEJOR” ES UNA DE LAS AFIRMACIONES MÁS ROTUNDAS

FRANCISCO GARCÍA PÉREZ

No sabe uno qué destacar más de este divertido, erudito, relajado y sabroso diálogo que entablan el profesor Umberto Eco y el hombre de escena que es Carrière. Acaso, ciertas afirmaciones rotundas sobre el libro: “Nunca jamás se ha inventado un medio más eficaz para transportar información. El ordenador, con todos sus gigas, tiene que conectarse de algún modo a un enchufe eléctrico. Con el libro este problema no existe. El libro es como la rueda. Una vez inventado, no se puede hacer nada mejor”, que dice el primero, pero que ambos suscriben. O tal vez, lo ejemplar que resultaría para quienes lo desconocen el saber que un par de sabios pueden charlar sobre su gusto común por los libros sin que resulte la conversación un plomo, sino una mezcla bien condimentada con picante, bromas, alta dicción si es el caso, conocimiento apabullante (sí, reconozcámoslo, demasiado apabullante cuando se zambullen en las ediciones de libros raros y curiosos: nadie es perfecto) y optimismo. O, a lo mejor, la cantidad de citas o anécdotas que se pueden sacar para luego repetirlas en los salones cultos.
De tanta riqueza, escojo al azar una: la defensa de la idiotez, de la estupidez y de la tontería (que son cosas distintas: léase la página 168). Lo aclaro enseguida, con palabras de Carrière: “Todas las idioteces escritas sobre los negros, los hebreos, los chinos, las mujeres, los grandes artistas, nos parecen infinitamente más reveladoras que los análisis inteligentes. Cuando el superreaccionario monseñor de Quélen, en la Restauración, declaró desde el púlpito de Notre-Dame ante una audiencia de aristócratas, en su mayoría emigrados que habían regresado a Francia: “No solo Jesucristo era hijo de Dios, sino que era de excelente familia por parte de madre”, dijo muchísimo no solo sobre él mismo, lo cual tendría un interés relativo, sino especialmente sobre la sociedad y la mentalidad de su tiempo”. Es decir, el idiota, el estúpido, el tonto revelan en sus disparates el sustrato de necedad que alimenta una época.
Son, pues, maestros inversos: nos enseñan lo negativo o el negativo de la sabiduría. Estupideces sobre artistas recoge unas cuantas Eco: “Quizá sea un poco limitado, pero no soy capaz de comprender por qué debería nadie dedicarle treinta páginas a contar cómo se da vueltas en la cama sin conseguir dormirse”, escribió el primer lector editorial de Proust para justificar su rechazo de En busca del tiempo perdido. “Hay pocas posibilidades de que un libro semejante pueda interesar al público juvenil”, dijo otro profeta sobre Moby Dick. A Flaubert le reprochó un crítico haber sumergido a Madame Bovary “en una enormecantidad de detalles, bien trazados es verdad, pero completamente superfluos”. Hubo quien dictaminó que sería “imposible vender una historia de animales en Estados Unidos”, devolviendo Rebelión en la granja. Un paternalista reprochaba que Anna Frank no se diese cuenta de que su Diario era “poco más que un objeto curioso”. Un loco de remate y enloquecido psiquiatra, Binet-Sanglé, intentó demostrar que Jesús era “un degenerado físico y mental” (lo cita Carrière), pues presentaba “una anorexia de larga duración y una crisis de hematidrosis”, y que, agárrese el lector, “murió prematuramente en la cruz de un síncope de deglución facilitado por la existencia de un derrame pleural posiblemente de origen tuberculoso y localizado a la izquierda”: apoteosis de la demencia. Que nos proteja Dios de la reveladora ignorancia, aunque la ignorancia también nos protege. Cito un sucedido de Carrière: “A mí me entraron en casa una vez. Los ladrones se llevaron la televisión, una radio, y ya no recuerdo qué más, pero ni un solo libro. Robaron por un valor de unos diez mil euros, mientras que si hubieran cogido un solo libro, habrían conseguido cinco o diez veces esa suma. Así pues, estamos protegidos por la ignorancia”.


Umberto Eco y Jean-Claude Carrière:
Nadie acabará con los libros
Con la intervención de
Jean-Philippe de Tonnac
Traducción de Helena Lozano Miralles
Lumen, 272 páginas, 21’90 €

1 comentario:

  1. Molt divertida l'anècdota dels lladres, però, a la nostra societat hi ha molta gent que no ha llegit mai un llibre sencer, no obstant, segur que n'han comprat més d'un, fins i tot, potser que tinguin una biblioteca a joc amb el saló de casa seva. Bromes apart, no penso que el llibre hagi de patir per l'hipertext, ja que satisfan necessitats diferents, ara bé, segur que el senyor Eco ha llegit infinitat de llibres endollat al corrent elèctric, com no sigui que llegeixi amb espelmes o només de dia. El que sí resulta incontestable és que l'hipertext suposa un canvi de paradigma en les nostres formes de relacionar-nos, d'informar-nos, d'aprendre, etc.

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